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miércoles, 17 de mayo de 2017

Epónimos

Como ya ocurría en la anterior Ley de Patentes (Ley 11/1986, artículo 4.2) y sigue reflejándose en la actual (Ley 24/2015, artículo 4.4), el concepto de invención aunque no aparece definido como tal, sí aparece delimitado que clase de actos u objetos que no se consideran invenciones.

En primer lugar debemos referirnos a la Doctrina para poder dar una definición de lo que se entiende por invención que a primera vista ya excluye los supuestos a los que se hace referencia en los artículos mencionados. De esta forma, se considera invención a una solución técnica a un problema técnico que resuelve una necesidad físico-material del ser humano.

A nivel de patentabilidad no se podrá conceder un título de protección como es la patente o, en su caso, el modelo de utilidad, a un elemento que no reúna las características necesarias para que le sea otorgada la categoría de protección como tal.
Lo cual no va a impedir que se dé un reconocimiento adecuado a la persona que ha llevado a cabo ese acto no patentable.

Y es aquí donde entran los epónimos, ese conjunto de nombres de persona que se utilizan para dar nombre a un determinado concepto u objeto de cualquier clase y que sirve, de este modo para homenajear o reconocer a su descubridor.

Existen numerosos ejemplos de epónimos que, a día de hoy se han incorporado a nuestro lenguaje común, dejando de lado el nombre del que provienen como es el caso del dirigible o Zepelin (por Ferdinand von Zepelin) o de lugares o ciudades como Atenas (por la diosa griega Atenea), Bolivia (por Simón Bolívar) o Libia (por una princesa mitológica de Egipto).

El caso más destacado podríamos decir que es el referido a partes del cuerpo, ya que éstas no pertenecen a nadie en particular ya que su “hallazgo“ es eso, un descubrimiento, que no se considera patentable al no existir por parte de su descubridor ningún tipo de actividad inventiva o actividad ingeniosa que lleve a su aparición; en definitiva, y sin desmerecer a los científicos encargados de descubrirlas, son elementos que ya se encontraban ahí y que la persona sólo ha dado a conocer.

Entre las mencionadas partes del cuerpo encontramos: las trompas de Eustaquio (Bartolomé Eustachi), el Ligamento de Gimbernat (por Antonio Gimbernat y Arbós), el folículo de Graaf (por Reignier de Graaf) o las trompas de Falopio (Gabrielle Falopio). Además, han recibido epónimos métodos de tratamiento o curación de enfermedades e, incluso, las propias enfermedades como el Párkinson o el Alzheimer.

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